Los judíos preguntaron quién era Jesús en realidad. Hubo diferentes
opiniones. Jesús, en el transcurso de sus tres años de enseñanza, había dicho a sus apóstoles, que él era el Hijo de Dios. Con la excepción de Judas,
que no se enteró de esto, por hallarse ausente a menudo. Jesús prohibió
a sus apóstoles hablar de esto en público. (Gr I,51, 15 y I,89, 5). Solamente
dio estas explicaciones a este círculo intimo, al hablarles de su relación con
el Padre Celestial: «Mi cuerpo es de una madre terrenal, aunque no fue
engendrado por un padre terrenal como todo ser humano, sino por el omnipotente Espíritu de Dios. Yo, como hombre, tal como me veis delante
de vosotros, no soy Dios, sino Hijo de Dios, lo que en el fondo tendría
que ser cada hombre, porque todos han sido llamados a la filiación divina,
si viven según el deseo de Dios».
«Desde la eternidad, uno de ellos ha sido escogido por Dios, para ser
el primero; el primero en tener vida en sí y para dar vida a todos que creen
en Él a todos los que viven según su enseñanza. Y este Primero soy Yo...»
«Pero esta vida de Dios, no la he recibido desde el seno de mi madre.
El germen se hallaba dentro de Mí, pero tuvo que desarrollarse durante
treinta años de esfuerzos. Ahora me veis delante de vosotros como un ser
perfecto, ahora puedo decir que todo el poder y la gloria me son dados
en el cielo y en la tierra; el espíritu que habita dentro de Mí y el espíritu
de Dios son uno, por lo tanto, puedo obrar milagros, cosa que anterior
a Mí, ningún hombre pudo hacer.»
«Este espíritu que habita dentro de Mí es Dios, pero Yo, como Hijo
del hombre, no soy Dios, ya que he tenido que desarrollar mis facultades
con penas y dificultades, como todo hombre. Ahora sí, que Soy uno con
Dios en espíritu, pero no en el cuerpo. Al final lograré unirme a Él también
en este sentido, pero después de pasar por grandes sufrimientos y en la total
entrega de mi alma.» (Gr VI 90, 8-12).
«Mi carne no es Mi verdadero Yo, sino el Espíritu es Mi verdadero Yo.
Con Mi espíritu estoy omnipresente y actúo desde siempre y para la eternidad en el espacio infinito.» (Gr VI 142, 14).
«¿Cómo pudo Jesús, siendo el único y eterno ser divino, crecer en
sabiduría y gracia delante de Dios y delante de los hombres?, ¿siendo desde
la eternidad el ser existente más perfecto?
Para comprender esto no hay que considerar a Jesús exclusivamente
corno al único Dios, se le debe imaginar como a una persona, en la cual
se halla encerrada la eterna y única divinidad, en tal medida como el espíritu está encerrado en cada ser humano.
Pero lo que es la tarea de cada hombre según el orden divino, o sea
liberar el espíritu, así también Jesús como hombre tuvo que liberar el ser
divino dentro de Él para unirse a Dios. Pero cada hombre tiene dentro de
sí ciertas debilidades que son las ataduras comunes del espíritu, por las cuales el espíritu queda aprisionado como dentro de una cápsula. Estas
ataduras pueden ser cortadas si el alma unida a la carne se sacrifica y se
fortalece, de tal modo que logre acoger y retener el espíritu libre.» (Jug 298, 2-9).
«El alma de Jesús para sacrificarse tuvo que pasar las mayores
tentaciones, para liberar el espíritu divino de las ligaduras y fortalecerse para la
ilimitada libertad del espíritu, es decir, unirse completamente a Él. Y esto
precisamente significa «crecer en sabiduría y gracia» de Jesús delante de Dios y delante de los hombres, y en tal medida que el espíritu divino se
iba uniendo cada vez más a su alma divina, Jesús se volvía verdadero Hijo.»
(Jug 288, 18-19).
«Jesús notaba dentro de sí vivamente la divinidad todopoderosa. Sabía
que dentro de su alma toda la inmensidad le estaba sometida desde la eternidad. Por esto sentía el impulso de reinar sobre todo. Orgullo, afán de
mandar, libertad total, gusto para el bienestar, voluptuosidad y todo lo demás; entre otros, también la ira fueron las debilidades de su alma. Pero
con la gran voluntad luchó contra aquellos mortales impulsos viciosos de
su alma. Durante toda su vida se ejercitó a base de los más duros sacrificios
y negaciones, para restablecer el orden eterno, gravemente dañado.» (Jug
299, 2-5 y 17).
En una ocasión, Pedro le preguntó algo al Señor, que hoy en día aún
discuten los investigadores de la vida de Jesús, llegando a los resultados
más divergentes. Pedro dijo: «Lo que no entiendo es, porque dices de Ti
mismo que eres el Hijo del hombre y otras veces dices ser el Hijo de Dios,
y aún en otras ocasiones que eres Jahvé (Jehova) mismo». (Gr V 246, 15).
A esta pregunta Jesús le contestó: «Ni Jahvé dentro de Mi alma, como
su eterno Hijo, sino únicamente este cuerpo de hombre será asesinado en
Jerusalén, pero al tercer día resucitará completamente transfigurado, entonces será unido con Él para la eternidad, y Él está en Mí y Él me lo
revela todo lo que debo hacer y hablar como Hijo del hombre, y al cual
no lo conocéis del todo aunque haya vivido bastante tiempo entre vosotros,
predicando y actuando». (Gr V 246, 17).
Otro discípulo le preguntó: ¿Cómo pudiste, siendo Jahvé que es
inmenso, dejar esta inmensidad y entrar en esta forma tan limitada?, esta
pregunta es repetida por millones de hombres.
La contestación que Jesús da es la siguiente: «En todas partes soy el
eterno Yo, pero aquí, con vosotros, estoy con el núcleo de Mi ser que se
mantiene inalterable desde la eternidad, y para siempre en una dimensión
sin límites». (Gr IV 122, 3 y ?).
«¿Pero si el Hijo existió desde la Eternidad, cómo pudo ser
engendrado? ¿Y si el Espíritu Santo también existe desde la Eternidad, cómo puede
emanar del Padre y del Hijo, o sea tomar origen de ellos? Si según vuestra
comprensión e inteligencia, las tres personas divinas -fácilmente convertidas en tres dioses por los hombres- son de origen eterno, es decir, sin
principio ni fin, no puede ser que uno de ellos diera principio al otro. Yo,
como hombre de carne delante de vosotros, soy el Hijo y nunca he sido
engendrado por otro, sino por Mí mismo, soy -por lo tanto- Mi propio
Padre Eterno. ¿Dónde, si no puede hallarse el Padre sino dentro del Hijo
y dónde el Hijo sino dentro del Padre existiendo un solo Dios y un solo
Padre en una sola persona? Éste Mi cuerpo es figura transfigurada del Padre de los hombres y de los ángeles, para que Yo les sea un Dios visible
y comprensible, de este modo ahora vosotros me podéis ver, oír y hablar
conmigo, estando en vida, anteriormente se dijo: "nadie puede ver a Dios
y seguir viviendo. Yo soy totalmente Dios, dentro de Mí está el Padre, y
la fuerza emanando de Mí según Mi amor, Mi sabiduría y Mi voluntad
todopoderosa que actúa en el espacio infinito y lo llena, éste es el Espíritu
Santo. Yo, tal como me veis como hombre-Dios entre vosotros soy perfectamente unido con todo Mi ser original central y me encuentro totalmente
aquí entre vosotros en el cenáculo, en el Monte de los Olivos, y por lo
tanto como verdadero Dios y como verdadero hombre al mismo tiempo,
y no estoy en otra parte del mundo. Pero por la fuerza emanada de Mí,
que es el Espíritu Santo, lleno y actúo en el Cielo y en el espacio material
de la tierra así como en el espacio infinito. Lo veo todo, desde lo más pequeño a lo más grande, conozco todo, lo sé todo, ordeno, creo, guío, y
gobierno todo.
Ya que esto lo habéis recibido de Mi boca, comprenderéis por que razón
debéis fortalecer a los hombres que creen en Mí y que actúan según Mi
doctrina a ellos revelada, imponiéndoles vuestras manos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Si ahora reconocéis la razón, también reconoceréis que debéis instruir
correctamente a los hombres para que no caigan en la idea de considerar
tres diversas divinidades a causa de oír nombrar tres nombres de Un Solo
Dios. Por esto os recomiendo muy encarecidamente que divulguéis en todas
partes la verdadera y auténtica luz entre los hombres, para que no se les
falle en este sentido, los hombres muy pronto se debilitarán y perderán fácilmente su fe, aceptando cualquier falsa enseñanza y luego será difícil
llevarles otra vez al camino de la verdad. Sin embargo no podréis evitar aun
con toda vuestra fidelidad que haya maestros y profetas falsos que conducirán por mal camino a muchos hombres.» (Gr VIII 27, 1-7).
«Yo, como hombre no puedo hacer nada. Pero continuamente oigo la
voz del Padre dentro de Mí y tal como la oigo, actúo, hablo y juzgo.» (Schriftt. 3, 5).
La divinidad dentro del hombre Jesús solamente se manifestó en ciertas
ocasiones, cuando Él como hombre movilizó aquella naturaleza divina a
través de sus hechos. Pero sin ellos (milagros, el autor) no se puede apreciar
su divinidad. (Schriftt. 8, 9).
La Nueva Revelación da también algunos detalles acerca del aspecto
físico del hombre Jesús. «Externamente no es precisamente un hombre bello.
Más bien es bajo de estatura y sus manos duras y callosas, pero su cabeza
es de gran dignidad y sus ojos, los más bellos que he visto jamás. También
su boca se puede describir como sumamente amable, aunque al mismo tiempo
con una expresión seria y digna. La voz es viril y arrolladora. Podemos
añadir que Jesús no fue llamado por este nombre, actualmente utilizado
en nuestro lenguaje. Su nombre exacto es Jeshua. Este nombre deriva de Josua. Desde el siglo
IV a.C. "ya no se pronunciaba como antiguamente Jehosua, sino Jesua". (En su tiempo había muchos hombres que llevaban
el mismo nombre.» (Gr II 240, 12).
El nombre de la madre de Jesús no fue María sino Mirjam.