Con el permiso de © Kurt Eggenstein: 'El Profeta Lorber anuncia las catástrofes venideras y la autentica cristiandad

Kurt Eggenstein

La Vida eterna en el Más Allá

a) En el reino intermedio y en los cielos


   La enseñanza sobre el sueño del alma, según la cual ésta muere con la muerte del cuerpo y al final de los tiempos volverá a ser creada por Dios, no encuentra apoyo en la Nueva Revelación y Jesús la declara ineludiblemente como falsa. Él dice muy explícitamente a los fariseos: «Ya que estáis llenos de pereza, de sensualidad y de orgullo egoísta, no os será posible comprender el secreto y la verdad del reino de Dios. Os imagináis el cielo como un lugar grandioso y extraordinario situado más allá de las estrellas, donde el alma piadosa morará después de la muerte de su cuerpo o, como algunos de vosotros opinan aún más disparatadamente, donde llegarán después de miles de años en aquel "día de juicio" -tan mal entendido- para luego vivir una vida agradable eternamente». (Gr VII 194, 10).
   A su padre adoptivo, José, y a los hijos de éste, Jesús les dijo: «Ya que vivo entre vosotros por qué no me preguntáis cómo se debe entender lo de la vida eterna del alma después de la muerte del cuerpo. Yo lo sabré mejor que vosotros. Pero no sé nada de una larga noche de muerte del alma después de morir el cuerpo, sino en el mismo instante en que el alma se desprende del cuerpo material, tú ya te encuentras renacido y vivirás y actuarás para la eternidad, eso es si tú dejas este mundo como justo delante de Dios. Pero si mueres como injusto delante del Altísimo, puede seguir una larga noche entre la muerte de tu cuerpo y el verdadero renacimiento de tu alma -pero no consciente para ti, sino solamente consciente para tu alma- esto sí puede ser una larga noche de muerte para el alma. Porque una muerte de la que el alma no se enterase no seria una muerte; mas una muerte de la cual el alma es consciente en el reino de todos los espíritus impuros, le será un gran sufrimiento». (Gr VII 209, 12-13).
   Según la Nueva Revelación todas las almas llegan al morir el cuerpo a un «reino intermedio». Desde este lugar pasan al primer cielo o al primer infierno, siempre según su piedad, su amor a Dios y al prójimo y a sí mismo, decidido por su soberbia y su arrogancia. La Nueva Revelación explica claramente: «Nadie va al infierno o al cielo, sino cada cual lleva dentro de sí las dos posibilidades». (Gr II 118, 10).
   En ciertos casos existe la posibilidad de que un alma se reencarne otra vez en esta tierra -lo que ocurre en la mayoría de los casos- o en algún otro cuerpo estelar. Esto ocurre sobre todo con el alma de aquellas personas que pertenecen a pueblos que aún no han recibido la doctrina de Jesús (véase el capitulo: La doctrina de la reencarnación).
   En la Nueva Revelación se dan amplias reflexiones acerca de la vida después de la muerte. La descripción de los estados espirituales es muy difícil, como se hace especial hincapié en la Nueva Revelación. Como la descripción de las condiciones en el Más Allá resulta difícil, por tanto esto «sólo son reflejos de la gran verdad, aunque muy exactos y profundamente meditados». (Pr 97). Las citas siguientes dan tan sólo un extracto muy limitado de la obra total de la Nueva Revelación.
   «Después de despojarse del cuerpo, el alma se encuentra -sobre todo durante el primer periodo de su existencia- en un lugar próximo al sitio donde habitaba su cuerpo en la tierra, es decir, antes de entrar en el reino del Más Allá. Pero el alma ni ve ni oye nada del mundo natural en el que vivía antes dentro del cuerpo, aunque en sentido espacial se halla en este mismo mundo. Su existencia se asemeja más a un sueño ligero, en el cual el alma vive y actúa como si se encontrase en un mundo natural, sin echar en falta nada de este mundo natural. Dios permite que este lugar habitado por el alma sea aniquilado, entonces el alma pasa a otro lugar más apropia- do a su condición interior. De esta manera el alma tarda a veces mucho tiempo hasta que por las diversas enseñanzas que recibe en su conciencia reconoce que todo lo que ella creía poseer no es más que vanidad e ilusión sin valor alguno. Una vez el alma llegue a este conocimiento por sus propias experiencias y apreciaciones, comenzará a meditar seriamente acerca de su condición y se dará cuenta de que ha dejado el mundo de la tierra; dentro de ella se desarrolla una ansiedad para llegar a una morada más estable, auténtica e inalterable. En este estado interior, otros espíritus más adelantados le enseñarán lo que debe hacer.» (Gr VII 66, 10-13). «Luego el alma vive (temporalmente, nota del autor) como en un sueño algo más claro, sin saber que había vivido en otro mundo, pero sigue viviendo y actuando según su sensualidad habitual. Aunque es instruida por espíritus más iluminados que ya se hallan en un mundo diferente, no lo puede creer e incluso se ríe de esta idea y se burla de los seres que le indican la verdad. Cuesta mucho hasta que un alma atada al mundo y a la carne llegue en el Más Allá a una conciencia más elevada.» (Gr VII 58, 6).
   «El reino intermedio es el sitio de preparación, donde las almas van siendo preparadas para el cielo o el infierno. El alma y el espíritu de un difunto llegan a esta región, donde siguen viviendo de igual modo como habían vivido en la tierra.» (EM 31, 4). En la Nueva Revelación se apunta que el «reino intermedio» es más o menos lo que los católicos romanos -aunque de modo equivocado- entienden bajo el concepto de «purgatorio». (GS II 120, 2). «Tal como es el interior del hombre, así será su mundo en el Más Allá. Él debe crear desde sus adentros este mundo y en él morará por algún tiempo para bien o para mal.» (Gr Vl 33, 9). «Las almas menos evolucionadas y malas se juntan con sus iguales en comunidades, pero no en comunidades buenas; en comunidades buenas están las almas buenas de los espíritus beatos.» (Gr VIII 83, 8).
   El reino intermedio tiene tres regiones. En la tercera región, la más alta, se encuentran las almas de los hombres buenos y puros. «Si aquellos espíritus puros han de pasar a veces centenares de años en esta región, no pierden nada, en cambio sólo pueden ganar, tampoco les falta nada, se encuentran en una condición feliz y santa.» (EM 9, 5).
   «Los espíritus que se hallan en la segunda región pueden pasar a la ter- cera región si espiritualizan sus almas y en cierto modo sus cuerpos substanciales * y consiguen unirse con el espíritu.» (EM 30, 2).
   «En el Más Allá, cada alma debe ser guiada de escalón en escalón para purificarse como el oro más puro, para finalmente llegar a entrar en los gozos sin fin en el cielo.» (Gr VIII 106, 11).
   «Yo os digo, ningún ojo humano lo ha visto, ningún oído lo ha escuchado y ningún sentido humano ha sentido lo que Dios ha preparado de gozos y beatitudes a aquellos que amen la verdad.» (Gr VIII 106, IS). «Pero el Cielo tiene tres grados, lo mismo que el infierno.» (Gr VII 170, 14).
   «Nadie llegará al Cielo más alto (tercer grado igual al cielo del amor, nota del autor), que no haya dejado atrás su voluntad mundana y se haya entregado completamente a Mi voluntad para la eternidad.» (VdH II 288, 1).
   «Quien no me busca (en la tierra), ni me sabe encontrar, ni me reconoce y por esto tampoco me ama y además no profesa ningún amor al prójimo, no llegará a ser un verdadero hijo Mío» (es decir, no llegará al cielo superior, al cielo del amor, nota del autor).
   «...quien en la tierra solamente acepta mi enseñanza tibia, o parcialmente, llegará a la gran noche de aquel mundo y le será muy difícil encontrar el puente entre el mundo material y el mundo espiritual». (Gr I 81, 11).
   «Ya que cada hombre para llegar a convertirse en un espíritu que vive para la eternidad, debe tener su libre albedrío; en nuestra época ocurre muy a menudo, que los hombres se dejen cautivar por el canto de la sirena del mundo material y que se dejen cegar por la luz engañadora del esplendor mundano. De este modo, los hombres muy difícilmente o ocaso nunca llegan a su meta y destino; pero sí al sitio donde no deberían llegar: al egoísmo, soberbia, lujuria, envidia, gula, voluptuosidad y fornicación. Pero estos vicios destruyen la vida dentro de ellos, en vez de enriquecerla. Luego, en el Más Allá deben privarse de todo lo que les mantuvo atados por sus sentidos poco refinados a esta tierra, y se encontrarán muy mal en la áspera soledad del desierto espiritual. Una vez hayan enriquecido de nuevo su vi- da, les llegará ayuda, muy necesaria pero no impuesta, que han de pedir por su propia voluntad.» (VdH I, 418). «Por esto, os digo, sed aplicados aquí (en el sentido espiritual, nota del autor), esforzaos y no os dejéis engañar por las riquezas de este mundo ..., cuantos más tesoros espirituales podáis acumular a través de las buenas obras, tanto mejor lo encontraréis en el Más Allá. «Quien se comporte mezquinamente se podrá culpar solamente a sí mismo, si luego encontrara las provisiones de amor casi vacías.» «Noche, oscuridad, hambre, miseria y todo tipo de dificultades serán su destino, por tanto tiempo como no se avenga a actuar por sí mismo y a servir a los demás.» (Gr IV 96, 4-5).
   «Los hijos del mundo más tarde purificados (en el Más Allá, el autor), serán los habitantes espirituales de aquellos cuerpos celestes y se mantendrán en sus comunidades apropiadas en las cuales hayan recibido su purificación, pero en la casa del Padre Eterno no entrarán como Mis verdaderos hijos, que conmigo vivirán para toda la eternidad.» (Gr V 111, 1-2).
   «Nadie debe imaginarse que en algún tiempo se encontrará reposando tranquilamente en un dulce descanso eterno, porque esto precisamente seria la muerte del espíritu y el alma.» «Cuanto más espiritual se vuelva el hombre en su interior, más activo será y de un modo más completo.» (Gr VI 226, 16). ,
   «La verdadera beatitud del alma purificada consiste en que esté provista de un poder creativo divino y que pueda actuar desde esta fuerza con la sabiduría parecida a la de Dios.» (Gr VII 67, 2).
   Para siempre conoceréis nuevos milagros ... pero no se llegará nunca al término de los mismos.» (Gr IV 254, 3).


   * No se debe confundir -como ya explicamos- sustancial con corporal.


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© Texto: Kurt Eggenstein; © Edición informática; © by Gerd Gutemann G. Gutemann