La enseñanza sobre el sueño del alma, según la cual ésta muere con
la muerte del cuerpo y al final de los tiempos volverá a ser creada por Dios,
no encuentra apoyo en la Nueva Revelación y Jesús la declara ineludiblemente como falsa. Él dice muy explícitamente a los fariseos: «Ya que estáis
llenos de pereza, de sensualidad y de orgullo egoísta, no os será posible
comprender el secreto y la verdad del reino de Dios. Os imagináis el cielo
como un lugar grandioso y extraordinario situado más allá de las estrellas,
donde el alma piadosa morará después de la muerte de su cuerpo o, como
algunos de vosotros opinan aún más disparatadamente, donde llegarán después de miles de años en aquel "día de juicio" -tan mal entendido- para
luego vivir una vida agradable eternamente». (Gr VII 194, 10).
A su padre adoptivo, José, y a los hijos de éste, Jesús les dijo: «Ya
que vivo entre vosotros por qué no me preguntáis cómo se debe entender
lo de la vida eterna del alma después de la muerte del cuerpo. Yo lo sabré
mejor que vosotros. Pero no sé nada de una larga noche de muerte del
alma después de morir el cuerpo, sino en el mismo instante en que el alma
se desprende del cuerpo material, tú ya te encuentras renacido y vivirás y
actuarás para la eternidad, eso es si tú dejas este mundo como justo delante
de Dios. Pero si mueres como injusto delante del Altísimo, puede seguir
una larga noche entre la muerte de tu cuerpo y el verdadero renacimiento
de tu alma -pero no consciente para ti, sino solamente consciente para
tu alma- esto sí puede ser una larga noche de muerte para el alma. Porque
una muerte de la que el alma no se enterase no seria una muerte; mas una
muerte de la cual el alma es consciente en el reino de todos los espíritus
impuros, le será un gran sufrimiento». (Gr VII 209, 12-13).
Según la Nueva Revelación todas las almas llegan al morir el cuerpo
a un «reino intermedio». Desde este lugar pasan al primer cielo o al primer
infierno, siempre según su piedad, su amor a Dios y al prójimo y a sí mismo, decidido por su soberbia y su arrogancia. La Nueva Revelación explica
claramente: «Nadie va al infierno o al cielo, sino cada cual lleva dentro
de sí las dos posibilidades». (Gr II 118, 10).
En ciertos casos existe la posibilidad de que un alma se reencarne otra
vez en esta tierra -lo que ocurre en la mayoría de los casos- o en algún
otro cuerpo estelar. Esto ocurre sobre todo con el alma de aquellas personas que pertenecen a pueblos que aún no han recibido la doctrina de Jesús
(véase el capitulo: La doctrina de la reencarnación).
En la Nueva Revelación se dan amplias reflexiones acerca de la vida
después de la muerte. La descripción de los estados espirituales es muy difícil, como se hace especial hincapié en la Nueva Revelación. Como la
descripción de las condiciones en el Más Allá resulta difícil, por tanto esto
«sólo son reflejos de la gran verdad, aunque muy exactos y profundamente
meditados». (Pr 97). Las citas siguientes dan tan sólo un extracto muy limitado de la obra total de la Nueva Revelación.
«Después de despojarse del cuerpo, el alma se encuentra -sobre todo
durante el primer periodo de su existencia- en un lugar próximo al sitio
donde habitaba su cuerpo en la tierra, es decir, antes de entrar en el reino
del Más Allá. Pero el alma ni ve ni oye nada del mundo natural en el que
vivía antes dentro del cuerpo, aunque en sentido espacial se halla en este
mismo mundo. Su existencia se asemeja más a un sueño ligero, en el cual
el alma vive y actúa como si se encontrase en un mundo natural, sin echar
en falta nada de este mundo natural. Dios permite que este lugar habitado
por el alma sea aniquilado, entonces el alma pasa a otro lugar más apropia-
do a su condición interior. De esta manera el alma tarda a veces mucho
tiempo hasta que por las diversas enseñanzas que recibe en su conciencia
reconoce que todo lo que ella creía poseer no es más que vanidad e ilusión
sin valor alguno. Una vez el alma llegue a este conocimiento por sus propias experiencias y apreciaciones, comenzará a meditar seriamente acerca
de su condición y se dará cuenta de que ha dejado el mundo de la tierra;
dentro de ella se desarrolla una ansiedad para llegar a una morada más
estable, auténtica e inalterable. En este estado interior, otros espíritus más
adelantados le enseñarán lo que debe hacer.» (Gr VII 66, 10-13). «Luego
el alma vive (temporalmente, nota del autor) como en un sueño algo más
claro, sin saber que había vivido en otro mundo, pero sigue viviendo y actuando según su sensualidad habitual. Aunque es instruida por
espíritus más
iluminados que ya se hallan en un mundo diferente, no lo puede creer e
incluso se ríe de esta idea y se burla de los seres que le indican la verdad.
Cuesta mucho hasta que un alma atada al mundo y a la carne llegue en
el Más Allá a una conciencia más elevada.» (Gr VII 58, 6).
«El reino intermedio es el sitio de preparación, donde las almas van siendo
preparadas para el cielo o el infierno. El alma y el espíritu de un difunto llegan a esta región, donde siguen viviendo de igual modo como
habían
vivido en la tierra.» (EM 31, 4). En la Nueva Revelación se apunta que
el «reino intermedio» es más o menos lo que los católicos romanos -aunque
de modo equivocado- entienden bajo el concepto de «purgatorio». (GS
II 120, 2). «Tal como es el interior del hombre, así será su mundo en el
Más Allá. Él debe crear desde sus adentros este mundo y en él morará por
algún tiempo para bien o para mal.» (Gr Vl 33, 9). «Las almas menos evolucionadas y malas se juntan con sus iguales en comunidades, pero no en
comunidades buenas; en comunidades buenas están las almas buenas de los
espíritus beatos.» (Gr VIII 83, 8).
El reino intermedio tiene tres regiones. En la tercera región, la más alta,
se encuentran las almas de los hombres buenos y puros. «Si aquellos espíritus puros han de pasar a veces
centenares de años en esta región, no pierden
nada, en cambio sólo pueden ganar, tampoco les falta nada, se encuentran
en una condición feliz y santa.» (EM 9, 5).
«Los espíritus que se hallan en la segunda región pueden pasar a la ter-
cera región si espiritualizan sus almas y en cierto modo sus cuerpos
substanciales * y consiguen unirse con el espíritu.» (EM 30, 2).
«En el Más Allá, cada alma debe ser guiada de escalón en escalón para
purificarse como el oro más puro, para finalmente llegar a entrar en los
gozos sin fin en el cielo.» (Gr VIII 106, 11).
«Yo os digo, ningún ojo humano lo ha visto, ningún oído lo ha
escuchado y ningún sentido humano ha sentido lo que Dios ha preparado de
gozos y beatitudes a aquellos que amen la verdad.» (Gr VIII 106, IS).
«Pero el Cielo tiene tres grados, lo mismo que el infierno.» (Gr VII
170, 14).
«Nadie llegará al Cielo más alto (tercer grado igual al cielo del amor,
nota del autor), que no haya dejado atrás su voluntad mundana y se haya
entregado completamente a Mi voluntad para la eternidad.» (VdH II 288, 1).
«Quien no me busca (en la tierra), ni me sabe encontrar, ni me reconoce
y por esto tampoco me ama y además no profesa ningún amor al prójimo,
no llegará a ser un verdadero hijo Mío» (es decir, no llegará al cielo
superior, al cielo del amor, nota del autor).
«...quien en la tierra solamente acepta mi enseñanza tibia, o
parcialmente, llegará a la gran noche de aquel mundo y le será muy difícil encontrar el puente entre el mundo material y el mundo espiritual». (Gr I 81, 11).
«Ya que cada hombre para llegar a convertirse en un espíritu
que vive
para la eternidad, debe tener su libre albedrío; en nuestra época ocurre muy
a menudo, que los hombres se dejen cautivar por el canto de la sirena del
mundo material y que se dejen cegar por la luz engañadora del esplendor
mundano. De este modo, los hombres muy difícilmente o ocaso nunca llegan a su meta y destino; pero sí al sitio donde no deberían llegar: al
egoísmo, soberbia, lujuria, envidia, gula, voluptuosidad y fornicación. Pero
estos vicios destruyen la vida dentro de ellos, en vez de enriquecerla. Luego,
en el Más Allá deben privarse de todo lo que les mantuvo atados por sus
sentidos poco refinados a esta tierra, y se encontrarán muy mal en la áspera
soledad del desierto espiritual. Una vez hayan enriquecido de nuevo su vi-
da, les llegará ayuda, muy necesaria pero no impuesta, que han de pedir
por su propia voluntad.» (VdH I, 418). «Por esto, os digo, sed aplicados
aquí (en el sentido espiritual, nota del autor), esforzaos y no os dejéis engañar por las riquezas de este mundo ..., cuantos más tesoros espirituales
podáis acumular a través de las buenas obras, tanto mejor lo encontraréis en
el Más Allá. «Quien se comporte mezquinamente se podrá culpar solamente
a sí mismo, si luego encontrara las provisiones de amor casi vacías.» «Noche, oscuridad, hambre, miseria y todo tipo de dificultades serán su
destino, por tanto tiempo como no se avenga a actuar por sí mismo y a servir
a los demás.» (Gr IV 96, 4-5).
«Los hijos del mundo más tarde purificados (en el Más Allá, el autor),
serán los habitantes espirituales de aquellos cuerpos celestes y se mantendrán en sus comunidades apropiadas en las cuales hayan recibido su purificación, pero en la casa del Padre Eterno no entrarán como Mis verdaderos
hijos, que conmigo vivirán para toda la eternidad.» (Gr V 111, 1-2).
«Nadie debe imaginarse que en algún tiempo se encontrará reposando
tranquilamente en un dulce descanso eterno, porque esto precisamente seria
la muerte del espíritu y el alma.» «Cuanto más espiritual se vuelva el hombre en su interior, más activo será y de un modo más completo.» (Gr VI
226, 16). ,
«La verdadera beatitud del alma purificada consiste en que esté provista
de un poder creativo divino y que pueda actuar desde esta fuerza con la
sabiduría parecida a la de Dios.» (Gr VII 67, 2).
Para siempre conoceréis nuevos milagros ... pero no se llegará nunca
al término de los mismos.» (Gr IV 254, 3).
* No se debe confundir -como ya explicamos- sustancial con corporal.